Se encuentra usted aquí

Es necesario hacer cambios en la educación de elite

Compartimos a ustedes la columna de Tomás Ilabaca Investigador del Programa PACE  y Unidad PAIEP de la Universidad de Santiago (USACH) e investigador asociado del Centro del Desarrollo (CED), que apareció en Tercera Dosis.
 
 
El autor analiza los 14 colegios de elite que existen en Santiago. La educación que entregan no es necesariamente mejor, pero hacen creer que sí pues seleccionan, educan a quienes ocuparán puestos de poder y no rinden cuentas por sus resultados en la PSU (hoy PAES) o el SIMCE, sugiere la columna.
 
Dentro de las múltiples oportunidades que representa el proceso constituyente, una de las con mayor significancia es la posibilidad de cuestionar y/o cambiar ciertas estructuras o la forma en como regulamos y funcionan ciertos sistemas sociales. Este escenario inédito abre la oportunidad de repensar el sector educacional particular pagado, espacio donde se encuentra la educación de las elites.
 
La necesidad de abordar este sector responde a su peso en la reproducción de las desigualdades educativas y sociales. Ejemplo de esto se observa en que, para acceder a posiciones de poder en campos como el político o empresarial, es imprescindible el haber egresado de uno de los 14 CE[1] y de una de las cuatro carreras (Ingeniería comercial, Ingeniería civil, Derecho y Medicina) de las dos Universidades de elite del país (Universidad de Chile y Universidad Católica) (PNUD, 2017). Al interior de esta trayectoria educativa, la evidencia muestra que son los CE los que mayor peso e importancia poseen a la hora de explicar el acceso a posiciones de poder (Zimmerman, 2019).
 
Sin embargo, los problemas de contar con CE no se restringen únicamente a la reproducción de desigualdades en cuanto al acceso a posiciones más altas en la estructura social, sino que también en términos de cohesión social y formación de ciudadanos. Ustedes recordarán cómo previo al estallido social, varios políticos y empresarios emitieron frases como “Quien Madrugue puede ser ayudado con una tarifa más barata” (ex. Ministro Fontaine) o cuando el Presidente S. Piñera señaló que “nuestro país es un oasis”. Todas ellas daban cuenta de su desconocimiento y prejuicio sobre el resto de la ciudadanía, lo cual se produce, en gran medida, por habitar espacios socialmente homogéneos y clausurados, como los CE, ya que al no existir diversidad social, en su interior se reproducen imaginarios y estereotipos sobre las otras clases sociales, situación que afecta en cómo varios de sus egresados se desenvuelven en el espacio público, ya que sus actuaciones se basan justamente en el desconocimiento que poseen sobre el resto de la sociedad.
 
En esta columna intentaré mostrar, por un lado, cómo las elites y los CE se establecieron como espacios educativos homogéneos y clausurados socialmente a lo largo de la historia educativa del país. Por otra parte, argumentaré por qué la segregación escolar tiene un impacto en la formación ciudadana de los estudiantes que pasan por estos colegios y cómo las consecuencias de esto se observan cuando posteriormente los egresados acceden a posiciones de poder y privilegio. Si bien tener a sus hijos en colegios exclusivos puede garantizar mayores probabilidades de éxito en las trayectorias educativas (para los que ya se encuentran en las clases acomodadas), el paso por estas instituciones también tiene consecuencias a nivel de socialización y formación para la vida en comunidad. Al no existir mixtura, se acrecientan las conceptualizaciones estereotipadas de los otros grupos sociales, así como de la auto-percepción misma de estos grupos. Ello trae consecuencias posteriores para los estudiantes de estos establecimientos, ya que condiciona la forma en como posteriormente se desenvolverán en espacios donde co-habitarán con personas provenientes de otros sectores sociales, culturas o identidades, así como también en la forma en cómo ejercerán el poder en sociedades cada vez más diversas, inclusivas y democráticas.
 
LA CONFIGURACIÓN DE UNA OFERTA PARA LAS ELITES
 
La consolidación de un grupo de establecimientos como “colegios de elite” se ha visto posibilitada por tres dinámicas de tipo estructural. La primera es una que se encuentra históricamente en el sistema educativo chileno: la “liberta de enseñanza”, es decir, que la oferta educativa considere proyectos educativos públicos como privados.
 
Desde los inicios del Estado chileno el sistema escolar ha contado con una oferta mixta. Ya sea porque previamente a su nacimiento no existía separación entre el Estado y la Iglesia Católica, lo que hacía que la corona española descansara su labor educativa en lo que hacían las congregaciones religiosas, como posteriormente mediante la consolidación de dicho modelo por medio de diferentes leyes y Constituciones.
 
Esta configuración del sistema escolar permitió que las elites pudiesen elegir el proyecto educativo que se correspondiera con sus identidades políticas, sociales y culturales. Así, durante el siglo XIX y hasta la segunda mitad del siglo XX, los liceos públicos, para ese entonces, dada su selectividad, se configuraron como espacios educativos para los hijos de las elites liberales y laicas; por otro lado, colegios privados pertenecientes a congregaciones católicas (Jesuitas, los Sagrados Corazones o los Padres Franceses) acogían a los hijos de las elites de cohorte conservador (Stabili, 2003: 81). Sin embargo, desde los años 80 es la educación privada la que concentró la mayor parte de los hijos de las elites.
 
El segundo aspecto que explica la emergencia de un grupo determinado de CE es la desregulación que ha gozado el sector particular pagado en Chile, situación de privilegio que se explica por las reformas de los años 80. Las reformas de la dictadura militar eliminaron gran parte de las regulaciones estatales a las cuales estaba sujeta la educación particular, lo que dotó de mayor facilidad a estos establecimientos en la generación de estrategias de cierre social, y por ende de autosegregación, donde priman tres formas de selección (juntas): académica, social y económica (Madrid, 2016).
 
La desregulación del sector particular privado no se restringe únicamente a la posibilidad de seleccionar a las familias: que no existan consecuencias en caso de malos resultados en evaluaciones como el SIMCE también es una ventaja frente al resto de los establecimientos del sistema escolar (Verhoeven et al., 2022: 10). La selección de familias y la ausencia de rendición de cuentas respecto a los test estandarizados que implementa el Estado se configura como una combinación perfecta para el capital educativo que poseen estos colegios. Ello, porque los resultados en test como el SIMCE o la PSU, en contextos de mercado y competencia escolar, terminan por legitimar a los vencedores, en este caso, los CE (Ilabaca y Corvalán, 2020: 3579).
 
Que existan CE también responde a algunas variables exógenas, particularmente producto de las configuraciones identitarias de las elites y como ellas influyen en sus decisiones educativas. Como se señaló anteriormente, desde la segunda mitad del siglo XX comenzó un tránsito de las elites hacia una elección educativa concentrada en la educación privada. Atria y Rovira (2021) constatan que, de las actuales elites, el 60% estudió en colegios privados, mientras que en el caso de sus padres el 40% se formó en ese tipo de establecimientos. El tránsito hacia la educación privada de elite se termina por consolidar en los hijos de las actuales elites, donde el 87% de ellos asiste o asistió a colegios privados.
 
¿A qué se debe este tránsito? un primer factor es que las elites históricamente buscan establecimientos que les aseguren exclusividad y encuentro entre ellas, independientemente si son escuelas públicas o privadas. El segundo factor es el residencial. Los establecimientos de elite históricamente se emplazaron en el centro de la capital (centro histórico); casos como el San Ignacio Alonso Ovalle o el Sagrados Corazones de Alameda (establecimientos privados), y el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, Liceo 1 Javiera Carrera o el Internado Nacional Barros Arana (liceos Públicos). Sin embargo, los múltiples procesos urbanos, sobre todo ligados a los cambios sociodemográficos y políticas neoliberales durante los 80, llevaron a que las clases altas comenzaran a principios de los 90 a emigrar hacia los sectores pre-cordilleranos de la capital (Méndez y Gayo, 2018: 31), configurándose una “periferia de exclusividad”, la cual, ha posibilitado el aislamiento voluntario de las elites y las clases altas (Ducci, 2000).
 
Los quiebres internos de las elites también explican estos cambios. Cuando ciertas congregaciones católicas apoyaron procesos como la reforma agraria en la década de 1960, generó, como consecuencia, un distanciamiento con una parte importante de la élite católica, la cual comenzó a migrar hacia colegios privados de propiedad de los Legionarios y el Opus Dei, dos congregaciones que llegaron durante los años 80 y representan sectores del conservadurismo dentro del catolicismo.
 
Lo anterior se complementa con la migración de los sectores liberales que anteriormente se encontraban en los liceos púbicos emblemáticos hacia ciertos establecimientos privados. Este tránsito responde a diversos motivos; por de pronto, el ya mencionado factor residencial ha jugado un rol importante; un segundo factor explicativo tiene que ver con los procesos de democratización que han ido experimentando estos liceos, los cuales disminuyeron ciertos criterios de selección (aunque siempre quedó la selección académica), afectando uno de los principales factores que buscan las elites al momento de escoger escuela: que los colegios sean espacios homogéneos socialmente.
 
Como se puede observar, las dinámicas internas de las elites (quiebres, cambios geográficos, nuevos clivajes) permiten comprender los cambios que ha experimentado el grupo de establecimientos identificados como “de elite”.
 
CONSECUENCIAS DE LA CLAUSURA SOCIAL EDUCATIVA DE LAS ELITES
 
Si alguna vez usted se ha encontrado con algún estudiante egresado de colegios particulares pagados o de alguno de estos 14 CE, es común que se describan a sí mismos como “no de elite”. Entre estos colegios, al ser homogéneos social y económicamente, suelen desarrollar diferenciación entre ellos, traspasando la elite hacia algunos de sus pares. Los CE con familias más liberales suelen decir que los CE históricos (Verbo Divino, SSCC Manquehue o San Ignacio) son quienes son de elite, ya que las familias que suelen matricular a sus hijos tiene un origen aristocrático. Por parte de algunos CE con proyectos más progresistas, señalan que los colegios más endogámicos son los católicos neo-conservadores (Cumbres, Tabancura) o los más exclusivos como los británicos (Craighouse o Santiago College).
 
Lo anterior es un claro ejemplo de cómo la hipersegregación de este sector educativo tiene un impacto en la socialización de los jóvenes y su formación ciudadana; en este caso, la invisibilización de sus privilegios. En el caso de un CE internacional, los estudiantes tienden a observarse a sí mismos como meritorios de los éxitos que poseen, ya que “se esforzaron toda su vida escolar y tuvieron buenas notas para acceder a buenas universidades”. Por ello, ellos no se autoperciben como estudiantes de “elite”.
 
Otro aspecto que se observa en cómo la segregación impacta en la formación de los jóvenes de estos colegios tiene que ver con que poseen sentimientos de superioridad frente al resto de la sociedad. Un ejemplo de esto hace referencia a los discursos acerca de la calidad de la formación que imparten ambos colegios: una formación que prepara a los estudiantes para “ser los mejores en todas las áreas”, o para “servir al país” (lemas de ambos colegios). Así, los estudiantes salen sabiendo que son ellos los mejor preparados y con más conocimientos para solucionar los problemas del país (suena conocido cuando algunos miembros de la elite han criticado el trabajo de la convención).
 
Estar en espacios altamente segregados también influye en la forma en cómo perciben a los otros sectores de la sociedad. Algunos trabajos han mostrado que las elites y los estudiantes de elite tienden a conceptualizar de manera despectiva o en una relación de subordinación a los otros sociales, principalmente a partir de criterios de raza, clase y orientación sexual (Madrid, 2016; Bowen, 2015). Sin embargo, también se observan matices y diferencias al interior de estos grupos.  Mientras que algunos establecimientos católicos la descripción de los grupos sociales transita entre visión paternalistas acerca de “los necesitados que encarnan el rostro de Cristo”, a quienes hay que ayudar, en casos de CE con proyectos más liberales, la visión de los otros grupos sociales se posiciona más bien desde el liberalismo y la acción individual. Acá la responsabilidad de la condición propia es responsabilidad de cada individuo, mientras que el rol de las elites sería el de generar las oportunidades para ellos, por medio de la persecución de sus objetivos individuales.
 
DISCUSIÓN FINAL
 
¿Están los colegios de elite chilenos preparando a los jóvenes para el mundo y sociedad que estamos viviendo? Si bien los estudiantes de estos colegios suelen obtener los mejores puntajes en pruebas estandarizadas, su formación dista mucho de la que un “líder” debiese tener en las sociedades actuales. Mientras la sociedad chilena ha estado demandando cada vez más el avanzar hacia mayores niveles de igualdad social, así como de diversidad e inclusión en los diferentes espacios de la sociedad, observamos que la educación de las elites se ha constituido como un sector exclusivo y fuertemente homogéneo socioeconómicamente hablando (no siempre es igual en todas partes del mundo), cuyas consecuencias se observan a nivel de la formación de los niños, niñas y jóvenes que acceden a estos establecimientos, más aún cuando posteriormente muchos de ellos van a acceder a puestos de poder en la sociedad.
 
Puedes leer la columna igualmente en Tercera Dosis
Ilustración de Leo Camus (Tercera Dosis)
 
Unidad Programa de Acceso Inclusivo, Equidad y Permanencia
Universidad de Santiago de Chile